Alexander la atrajo hacia él y ella chocó de frente con su duro pecho.
La bolsa de agua caliente cayó al suelo sin que nadie le prestara atención.
El rostro de Roberto se endureció, pero cuando quiso acercarse, los guardaespaldas de Alexander lo bloquearon de inmediato.
La mirada de Alexander estaba fija en la expresión de pánico de Maya.
—¿No crees que ha habido demasiadas coincidencias últimamente? ¿Hmm?
El estómago de Maya se contrajo dolorosamente. Bajó la cabeza y todo su cuerpo comenzó a temblar.
—¡Robert! ¿No has ido demasiado lejos? —reclamó Roberto, furioso.
Alexander no apartó los ojos de ella.
—¿Qué crees que debería hacer con alguien que desobedece? —dijo, helado.
Maya no podía responder. El dolor en su vientre se intensificaba y apenas podía mantenerse en pie.
Finalmente, sus piernas cedieron y se puso en cuclillas.
—Ugh… —gimió débilmente.
Alexander frunció el ceño con irritación.
—¿Qué es toda esta actuación? ¡Levántate!
—Yo… no me siento bien… —jadeó Maya, sofocada.
—L