Mientras pensaba en ello, levantó la vista… y vio un Rolls-Royce negro estacionado al costado de la carretera.
Su cuerpo se tensó al instante; una fuerte sensación de peligro la recorrió.
No necesitaba mirar la placa para saber de quién era. Se rumoreaba que el número de matrícula de Alexander valía cientos de millones.
¿Por qué había aparecido Alexander otra vez después de solo un día?
¿Qué quería ahora?
¿Era posible que quisiera… volver a hacerle algo?
El coche permanecía inmóvil, y Maya no podía ver quién estaba dentro.
El guardaespaldas salió del vehículo y la miró directamente.
Maya entendió de inmediato.
Incluso si el guardaespaldas no hubiera salido, ella no se habría atrevido a darse la vuelta. Tenía que acercarse, obedientemente.
Cuando caminó hacia el auto, la puerta se abrió sola, como si fuera la entrada al infierno esperándola.
Su mirada cayó sobre aquellas largas piernas. El aura del hombre era demasiado poderosa, demasiado profunda… demasiado imponente.
Maya subió al co