60. ¡Sentí a mis hijos!
En la sala de guerra de la manada de Fuego, Sebastián repasaba informes con el ceño fruncido. La frontera seguía reforzándose con piedras embuidas de sangre y magia, construían estructuras defensivas... el muro que los separaba de Tierra ya se alzaba como una advertencia.
No estaban dispuestos a ceder si ellos tampoco lo hacían.
Si en Fuego sufrían, también ahí lo harían. Pronto llegaría la temporada de nacimientos y el calor de sus orbes de luz era esencial para su crecimiento. Todas las manadas inclinaban la cabeza ante ellos solo por eso, la supervivencia de sus cachorros era vital.
Pero esa mañana… algo cambió. Lo sintió tan de repente que respingo con sorpresa y el pergamino se le cayó de entre las manos.
Aunque todas las manadas estaban modernizandose con la tecnología de los humanos, todavía usan cosas antiguas como los pergaminos, podían manipularlos con magia y evitar que el enemigo (o los chismosos) lean información confidencial.
Lo volvió a sentir, entonces lo identi