21. Hasta que nos volvamos a encontrar
Dos días después, se despertaron más temprano de lo normal. La manada de Tierra les había dado provisiones y monturas, y también su bendición. Se encontraban en la frontera norte, listas para hacer una pequeña visita que resolvería sus dudas de una vez por todas.
Se giro para despedirse del pequeño grupo que las acompañaba a la salida.
—Eres bienvenida aquí cuando quieras —le dijo la madre de Tauriel, Irene—. No todos los cantos llaman a una pareja. Algunos, como el tuyo, sanan grietas en lo más profundo del alma. Esperamos tu regreso, Dayleen McNally.
Aquellas palabras la conocieron mucho. Hasta hace unas semanas, todavía era la paria de su manada, la había exiliado y nadie buscó justicia por ella.
—Gracias, Luna Madre. Me siento bendecida con su recibimiento, y espero poder volver pronto. Hasta que nos volvamos a encontrar —se despidió con un nudo en la garganta.
La mujer sonrió con cariño.
—Hasta que nos volvamos a encontrar —luego volteó su mirada hacia Annika—. Salúdame a