96. No serás la Reina
La habitación de Dayleen estaba en silencio.
Después de la celebración, había pedido que nadie la molestara. Se había quitado la capa real, la armadura simbólica, los anillos con sellos de la Casa de Aryndell. Se sentía agotada, más mentalmente que físicamente. El peso de ser heredera no le resultaba halagador. Lo soportaba por respeto a su padre, pero en su interior, el título era un obstáculo más.
Se acercó al espejo, deshizo la trenza de su cabello y se miró con atención. Todavía no se reconocía. Por más que la gente la aclamara, por más que llevara sangre real, en su reflejo seguía viendo a la loba que huyó en mitad de la noche, con los ojos llenos de miedo y un corazón destruido.
Se sentó en la cama, dejando escapar un suspiro largo.
Entonces la puerta se abrió sin tocar, Dayleen se giró con rapidez, alerta.
Era Denira.
La Emperatriz entró con paso seguro, el vestido arrastrando seda cara por el suelo. Sus labios estaban pintados de rojo intenso y su expresión no dejaba lug