Capítulo 41 —Lo tuyo son las reinas
Narrador:
Renzo no respondió con otra provocación ni con sarcasmos. Simplemente la tomó de la mano. Sus dedos, cálidos, la envolvieron con una calma que Sofía no le conocía. Sin soltarla, la guió por el pasillo hasta el dormitorio principal de la finca. La habitación estaba bañada por la luz suave de unas lámparas bajas, decorada con tonos oscuros, sobrios, muy de él. Al cerrar la puerta, Sofía esperó una embestida, una orden, un arrebato de esos que la arrastraban sin tiempo a pensar. Pero en lugar de eso, él la apoyó suavemente contra la madera y, con un gesto sorprendentemente contenido, le rozó los labios con los suyos.
—Renzo… —murmuró, desconfiada.
Él no contestó. La besó lento, con una paciencia peligrosa, como si cada segundo valiera más que el anterior. No hubo furia, no hubo urgencia. Solo un arrastre húmedo, profundo, que la desarmaba más que cualquier arrebato. Sus labios se movían despacio, como si quisiera tatuar el gesto en su memoria