El almuerzo había finalizado quizás con mucha rapidez, y poca alimentación para Alana, pero al menos Edur consiguió que la pelirroja le aceptara un café.
— ¿En qué piensas? — preguntó Alana de repente, rompiendo el silencio que entre ellos flotaba, pues había notado la expresión pensativa de Edur mientras miraba a través del vapor de su café.
— En Benjamín, su madre y su prometida. — respondió el Alpha sin rodeos, su tono de voz era bajo, pero la gravedad de sus palabras hizo que Alana se tensara. — Uno de ellos fue quien te drogo anoche, y merecen un castigo, puede que dos de los involucrados o sospechosos, sean el príncipe y reina de los vampiros, pero pertenecen a Redomón, y me corresponde a mi poner un castigo a su falta. — Alana dejó su cuchara lentamente, horrorizada por lo que acababa de escuchar, sus ojos buscaron los de Edur, y en ellos vio una determinación feroz que le preocupó, y una vez más intento tener el favor de uno de sus destinados, aunque ya había fallado con Osi