Un juramento que cumplir.

—Señor, ¿qué tal si buscamos a Isaías y lo encerramos? Así, la chica no correría el riesgo de morir por depresión — expuso el beta real con voz trémula y a Jared su opinión le desagradó, por lo que frunció el ceño con mirada profunda, se levantó incómodo y dejó claro:

—¿Y supones que eso me mortifica? Bien me interesa esa chica, pero si muere, son problemas suyos porque no mantendré a ese parásito vivo para que pueda levantarse en rebelión. No correré el riesgo.

El beta salió del despacho sin más, refunfuñando para sus adentros.

Inmediatamente, se vio solo, Jared llamó a Fresia, una de las mujeres loba que le servían para su satisfacción sexual; ella entró balanceando sus caderas de manera sensual, y él sonrió al verla.

—Sírveme vino y ven a mi regazo— le ordenó con voz profunda.

— Necesito que me premies por mi buena conquista de este territorio— demandó tan presumido como de costumbre.

Ella asintió, sonriente.

—Tienes razón, mi alfa supremo. Es usted el mejor. Ahora podremos corre
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