—Buenas noches, señor —dijo Rose mientras recibía el maletín para llevarlo al estudio.
Federico miraba inquieto alrededor.
—¿La señora no ha llegado aún?
—No, señor.
—Pero si el chófer está afuera. —Su mandíbula se tensó y apretó los dientes.
Rose conocía bien la furia del señorito.
— Jeffrey me dijo que la señora le pidió que regresara, ya que ella volvería en un taxi.
Federico salió enfurecido, dando un golpe estrepitoso a la puerta.
El ama de llaves se asustó y rogó que la señora no sufriera las consecuencias del enojo.
Comenzó a llamarla, pero Lizzy, no contestaba.
Federico agarró al chófer de la camisa, con fuerza.
—¿Dónde dejaste a mi esposa? ¡Maldita sea, te dije que no la dejaras sola!
El hombre, aterrado, no entendía nada.
—Señor, es que la señora me dijo que...
—¡El que manda aquí soy yo! —rugió— ¿Dónde la dejaste?
—Se quedó en la farmacia. Me dijo que me fuera, que cerca de allí vivía su amiga y que la iría a visitar.
La vista de Federico se nubló.
—Dame la dirección de dond