Federico ya había tomado dos tragos mientras esperaba a Renata en una mesa del bar del hotel. A las 20:00 en punto, ella apareció con un vestido rojo muy similar al que Elizabeth había usado aquella noche en la ópera. Solo que este era más corto. Lo había elegido a propósito. Quería atraerlo, seducirlo… ¿y de qué otra manera, si no era imitando a la única mujer que él amaba con devoción?
Avanzó hacia él moviendo las caderas con deliberada sensualidad. Federico la vio acercarse. Era hermosa, y hacía falta mucho autocontrol para no sucumbir a la tentación. Cuando llegó a su lado, le dio un beso suave, casi rozando los labios. Su perfume era embriagador.
—¿Qué tomás? —preguntó con voz melosa.
Federico se recostó contra el respaldo de la silla.
—Whisky —respondió escuetamente.
—Yo pediré un Martini. No quiero terminar ebria y que tengas que llevarme a tu cama —bromeó, cruzando la pierna para que la falda subiera apenas un poco más.
Federico sabía a qué había ido ella. Pero él no le había s