Lucía tomó la mano de Elizabeth. Ambas estaban visiblemente nerviosas, con un temor profundo a lo desconocido. Elizabeth, que siempre había gozado de buena salud, se sentía fuera de lugar enfrentando esta situación inesperada. Al llegar, Martín las estaba esperando.
—Pasen, por favor —dijo con amabilidad.
Se sentaron. Lucía, al borde de un ataque de nervios, retorcía la tira de su cartera mientras se mordía el labio. Elizabeth, en cambio, había encontrado una calma extraña. Después de todo lo que había vivido, ¿qué más podía pasarle?
"Estoy lista para lo que venga. Nunca he sido una cobarde", pensó.
Martín tomó unos papeles, se acomodó en su silla y la miró con seriedad.
—Elizabeth, lo que voy a decirte es importante. Necesito que mantengas la calma.
—Adelante, doctor. Estoy preparada.
Él suspiró.
—Hoy pedí estos estudios porque, aunque sólo habías manifestado cansancio y un desmayo, tuve mis sospechas… —hizo una pausa—. Estás esperando un hijo.
Elizabeth apretó con fuerza la mano de L