Pasaron los dos días y, tal como Martín lo había anticipado, Elizabeth recibió el alta médica con la condición de realizar un control en una semana.
Ambos acordaron volver al consultorio en el plazo estipulado por el médico.
Federico aún conservaba la esperanza de que Lizzy quisiera volver con él a la mansión, pero apenas subieron al auto, ella fue clara:
— Llévame a casa, por favor —dijo sin mirarlo.
El viaje fue un silencio insoportable. Ninguno dijo una palabra. Federico estaba cansado de suplicar, y Elizabeth se mantenía firme en su decisión: le estaba dando una lección. El orgullo los envolvía a ambos. Y dolía.
— Mis tíos nos esperan para almorzar —dijo Elizabeth con calma—. ¿Te vas a quedar?
“Ah, la reina del hielo no está preguntando, está ordenando… como lo viene haciendo estas semanas.” pensó Federico, entre molesto y divertido.
—Si tú quieres, me quedo —respondió.
Ella lo miró, arqueando una ceja.
—¿Tienes algo más importante que hacer?
Elizabeth solía ponerse caprichosa, alg