Lisa
La luz que se filtraba por la ventana me despertó antes de que Cristian abriera los ojos. Seguía a mi lado, respirando profundo, con el cabello desordenado sobre la almohada y el ceño ligeramente fruncido, como si incluso mientras dormía alguna parte de él siguiera luchando contra algo. O contra alguien. Su padre, probablemente.
Me quedé unos segundos mirándolo. No lo hacía muy seguido, y no porque no quisiera, sino porque todavía me costaba creer que estuviera ahí. Yo, en su cama. Él, durmiendo conmigo como si fuera lo más natural del mundo. Después de todo lo que había vivido, la idea de tener algo tan sólido y tan frágil a la vez me generaba un nudo extraño entre el pecho y la garganta. Quererlo me daba miedo. Mucho.
Estiré la mano con cuidado y acomodé un mechón de su cabello hacia atrás. Él suspiró, sin abrir los ojos, y se acercó un poco más a mí, instintivamente. Me envolvió con un brazo alrededor de la cintura y apoyó la frente en mi clavícula. Sentí su respiración