38.Dudas mortales
Deje la carta bien guardada debajo de una pila de papeles para que Tom no la viera. Tom nunca tocaba, no recuerdo que lo haya hecho nunca. Entro en mi oficia, impregnándola de su loción. Descubrió los ventanales que había mantenido cubiertos, obligándome a oscurecerlos con los botones que había en mi escritorio. Estaba metido en su traje de tres piezas blanco y una ridícula corbata negra con estampados de palmeras blancas. Tomo asiento frente a mí, cruzando las piernas

–Mara me ha dicho que tenemos una reunión. –Abrí una botella de agua y me desabroché el sostén.

–Así es. –Afirmo.

Entrecerré los ojos. Estaba completamente serio.

–Te escucho.

–El sábado es tu cumpleaños y no hemos planeado nada.

Tome aire ruidosamente. Tenía cosas más importantes que planear una m*****a fiesta.

–Tom, tengo una pila de asuntos que atender. No me importa celebrar que todavía no me he muerto.

Rodo los ojos, exasperado. Me daba igual que él le diera importancia. Yo nunca había celebrado mi cumpleaño
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