Todos comenzaron a moverse de inmediato. Ximena y Carlos ayudaron a Griselda, mientras Esteban se encargó de todos los papeles. Carlos condujo al aeropuerto, pero Andrés le pidió que se detuviera en cuanto dos autos comenzaron a alcanzarlos.
—Carlos… Sé paciente y no seas impulsivo. Esteban, toma el volante; si algo nos pasa, llévatelas de aquí.
Mamá… Haré todo lo que esté en mis manos para que vivamos lejos de ellos, ¿De acuerdo?
Griselda con lágrimas que se negaban a caer, asintió, Mientras le rezaba a todos los dioses que conocía por la seguridad de sus hijos.
—Mis niños… Perdónenme por ser una madre inútil.
Ambos hombres negaron y sonrieron mientras bajaban del auto. Ximena trató de hablar pero la mirada resoluta de Andrés, no dio margen de negociación.
Esteban por su parte, con preocupación y nerviosismo, verificaba los alrededores y preparaba el pie en el acelerador.
Ximena estaba al borde de una crisis nerviosa por sus hermanos, pero las últimas palabras de