Capítulo 99. Amargo disgusto.
A la mañana siguiente, el sol apenas se asomaba cuando Francesco bajó a desayunar, con la esperanza de tener un momento de tranquilidad para procesar todo lo sucedido.
Sin embargo, en lugar de la paz que anhelaba, se llevó un amargo disgusto: allí, sentados a la mesa como si nada extraordinario hubiera ocurrido, estaban Giovanni y Aurora.
La imagen le cayó como un jarro de agua fría; verlos juntos, tan cómodos y despreocupados, revolvió su estómago.
Era una escena que no esperaba y que, de alguna manera, lo hacía sentir aún más confundido y traicionado por la inexplicable situación que envolvía la aparición de ese hombre que decía ser su hermano.
La tranquilidad de la mañana se desvaneció al instante, reemplazada por una mezcla de ira, sorpresa y la persistente duda que no lo abandonaba.
—¡Buenos días, hermano! —saludó Giovanni con una sonrisa, su tono despreocupado llenando la cocina.
Francesco le devolvió una sonrisa apenas perceptible, una mezcla de cortesía y una ligera incomodida