Capítulo 50. Determinación.
Al despuntar el alba del día siguiente en la vibrante Roma, Catalina y Francesco retomaron sus respectivas labores y se reincorporaron al bullicioso ritmo de la casa de joyas.
Se congregaron en el espacioso taller con el equipo de diseñadores y el resto del personal, que estaban organizando la producción según la demanda de los clientes.
El ambiente era dinámico y profesional, y cada miembro del equipo desempeñaba su papel con precisión y dedicación.
Catalina, con su visión creativa y su aguda sensibilidad estética, coordinaba las directrices de diseño, mientras que Francesco, con su perspicacia empresarial y su liderazgo carismático, supervisaba la eficiente distribución de las tareas y la gestión de los recursos.
La jornada transcurrió entre bocetos, tejidos, patrones y el constante murmullo de las máquinas, que era testimonio del arduo trabajo y la pasión que sustentaban la prestigiosa firma.
—Existe un asunto del que deseamos hablar con usted, señor Vannucci —articuló el portavoz