Capítulo 24. Iremos a Rusia.
—Romanov —saludó.
Francesco inspiró hondo para contener cualquier improperio dirigido al individuo y centró su mirada en Catalina, que estaba frente a él.
—¿Qué ha dicho? —inquirió, percatándose de que se había distraído con lo que el ruso había dicho.
—Me disculpo por el inconveniente con el cargamento ilícito de madreperlas. Uno de mis subordinados gestionó las perlas con Praga porque afirma que usted se negó a recibirlos y a pagar el importe correspondiente.
Francesco tensó la mandíbula. Resultaba más que evidente que todo estaba meticulosamente planeado por Tobías Praga.
—De ningún modo, Romanov. No es el primer trato que tú y yo concretamos, Romanov, y me siento profundamente defraudado por la pérdida de un lote tan significativo de perlas para mis talleres. No obstante, entiendo que, si no desea asumir la responsabilidad, podemos dar por concluidos nuestros pactos sin que usted me sancione.
—Por ese motivo te he contactado, Francesco. No quiero perder a un cliente como usted. Me