Capítulo 126. Amarga verdad.
—¡No puedo hacer nada, papá! No cuando no puedo firmar ningún documento porque, legalmente, sigo llevando solo el apellido de mi madre. ¡No soy un Vannucci! —se quejó Marco, con frustración evidente en su voz, frente a Ricardo.
Ricardo suspiró, intentando mantener la calma.
—Cambiarte el apellido será todo un proceso, Giovanni... Te lo propuse muchas veces en el pasado y, aun así, siempre te negaste. Ahora lo más sensato es esperar a que ese trámite termine. Además, no entiendo tu prisa. Estás en las oficinas para aprender cómo se manejan los negocios y para compartir con Francesco la dirección de la casa Vannucci. Esa es la idea.
—¡No quiero compartir nada con Francesco! ¿Es que no lo entiendes? Francesco no me soporta. Todo ese cariño que dices que me tenía, debió ser una mentira barata, una farsa. O quizás me quería porque en aquel momento yo no te pedía nada a ti, pero las cosas son diferentes ahora, papá. Las cosas han cambiado mucho —aseguró Marco, con el enojo palpable en cada