La mujer de apariencia sencilla, pero con maldad en la mirada, flota por encima del mar. Toma la ruta descuidada de los límites, esa que debería estar resguardada por humanos, pero dada la desintegración del consejo, no hay protección, salvo en el área que vigilan los licántropos.
Allí la ve y sonríe satisfecha.
—Su esencia es cada vez más poderosa, hermosa flor —dice con orgullo—. Será cuestión de tiempo para que todos sus enemigos estén debajo de sus pies.
Azucena suelta una carcajada de celebración.
—Y todo gracias a ti, mi más fiel, sabia y talentosa pupila —la halaga—. Tu lealtad será recompensada: gobernarás junto a mí no solo el territorio licántropo, también el humano. Seremos amas y señoras, y todos tendrán que rendirse a nuestro poderío —promete.
Los ojos de la mujer brillan, emotivos.
—Para mí es un honor poder servirle…
Azucena sonríe complacida. Sus manos acarician el rostro de su subordinada con delicadeza, pues bien sabe cómo mantener su devoción. Conoce su amor prohibi