Marcando territorio.
Daría.
Yo tampoco sabía cómo lo había hecho, pero se había sentido tan real. Cuando volví a mí, Alexander y yo seguíamos en la discoteca. Pero aún podía sentir la sensación que sus manos habían dejado en mi cuerpo.
—Eso fue extraordinario—me habló Atenea.
—Sí, que lo fue—le dije mientras le sonreí a Alexander.
No pasó mucho tiempo cuando este me sacó de la discoteca y me llevó en su coche lejos de todos y de todo.
Por el enlace les hablé a mis amigas y les dije que estaría bien, que Alexander me llevaría a casa.
Unos minutos después, estaba sentada, ahorcajada sobre Alexander, mi intimidad se rozaba con la de él, llevándome al cielo. Era una sensación increíble, convirtiéndose en una adicción para mí.
Nuestras respiraciones eran erráticas, pero sonreíamos. ¿A eso esto era a causa el vínculo?
No lo sabía, lo cierto era que ahora tenía la plena seguridad, que no permitiría que nada ni nadie me quitara a mí, hombre.
—Sabes que después de esto, no podrás alejarme de ti —dijo Alexander, r