Dionisio.

Daría se giró para ver a los ojos a Alexander, quien la miraba de manera complicada.

—Hay algo que desee preguntar —fue ella la encargada de romper el silencio—. Si es así, puede hacerlo sin problema.

Alexander dudó por un momento, pero luego tomó valor para hablar.

—¿Qué ha cambiado? Hay algo diferente en ti —dijo.

Daría no cambiar su expresión, y se mantuvo igual de imperturbable.

—Yo me siento igual —contestó manteniendo su mirada firme en él.

—Ya no eres la misma —Alexander avanzaba algunos pasos, pero se detuvo al ver una sombra para detrás de Daría.

Su lobo, quien se había mantenido en silencio, habló.

— ¿Qué es esa cosa?—preguntó alarmado.

— No lo sé —respondió Alexander.

Daría, se giró, a ver qué era lo que Alexander miraba y pudo ver el espectro que la andaba asechando.

Pero extrañamente esta vez no tuvo miedo, ¿acaso se había acostumbrado a su presencia?

—Daría, acércate—le ordenó Alexander.

Sin embargo, ella se mantuvo sirena, así, tranquilamente, le habló a Alexander
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