El momento esperado.
Daría.
Rubí salió de mi habitación casi corriendo, yo suspiré, porque sabía que Alexander tenía razón, muchas cosas habían cambiado en mí. Y yo lo podía sentir, era como si algo fluyera en mí y quisiera salir.
Desde ese día, las visitas de Dionisio se hicieron más seguidas, los días fueron pasando y evité al máximo toparme con Alexander.
No porque tuviera vergüenza o algo parecido, sino que las ganas de estar con él se hacían cada día más fuerte, y así llegó el día de mi cumpleaños.
Desde temprano el ruido en la casa se hizo presente. Mamá y papá me despertaron con un gran desayuno, estaban felices y yo deseaba sentirme igual.
Pero por más que lo intentaba, no podía. Estaba a solo unas cuantas horas de ser rechazada, así que no había mucho que celebrar.
—En unos días no iremos, solo debemos soportarlo —me animó Atenea.
Ella se había mantenido tranquila y estaba decidida a ir a donde Dionisio nos esperaba. Ella y yo confiábamos en él. Durante el día, estuve en mi habitación. Atenea