La advertencia de la niña no fue tomada a la ligera. No por Sariah. No después de todo lo que había presenciado en el Árbol del Tiempo. Desde aquella tarde, la biblioteca del templo —ahora convertida en un archivo vivo— se llenó de buscadores, sabios y guardianes revisando códices, mapas, y crónicas olvidadas.
La descripción del “animal con alas de hueso y un ojo de oro” resonaba con un mito sepultado hacía más de dos mil años: la Bestia del Umbral, un ente pre-lunar, anterior a la guerra entre luz y sombra. Su existencia no era confirmada, pero algunos registros hablaban de una criatura cuyo poder no residía en destruir… sino en recordar lo que debía permanecer enterrado.
—El olvido… —murmuró Sariah frente al consejo—. ¿Y si el olvido mismo tiene voluntad?
—Entonces no estamos luchando contra seres —respondió Elandra, ahora anciana pero aún lúcida—. Estamos luchando contra conceptos.
—Contra el instinto de las generaciones por encubrir su vergüenza —añadió un joven erudito del Clan d