La luna, antes testigo silente, ahora ardía en el firmamento como una llama blanca entre las sombras. Serena se encontraba frente al Espejo de Sangre, el mismo que su abuela usara para sellar los secretos del linaje. Las imágenes en su superficie ondulaban, mostrando reflejos de un pasado ancestral, rostros de reinas olvidadas y lobos con ojos de fuego.
Detrás de ella, Kael se mantenía en guardia. Aún llevaba la marca, pero el sello de Serena había estabilizado su alma. Por ahora. Aunque ambos sabían que ese equilibrio era frágil. El verdadero enemigo aún no se mostraba con claridad.
Elandra y Hadrien aguardaban en las gradas del templo. Había silencio. Serena alzó la mano sobre el Espejo y pronuncó las palabras del rito prohibido:
—"Por la sangre que fundó mi linaje, por la luna que alza mi corona, exijo conocer a la Reina Eterna."
El espejo explotó en luz. Y desde los fragmentos, una figura emergió. Alta, majestuosa, con una capa de estrellas y ojos negros como la noche sin luna. Er