KAELAN
La transformación vino como siempre: un tirón desde dentro, un levantamiento de raíces que arrastró mi carne y la hizo otra cosa. Sentí cómo la sangre se recalibraba en mis venas, cómo los huesos se estiraban y el pelaje crecía hasta cubrirme. King ya no era metáfora; era peso, era poder, era olor. Mis mandíbulas crujieron al cerrarse y el mundo se volvió un mapa de olores y amenazas.
Me abrí paso entre la fila de guerreros, seguido por Baku, dando órdenes que mis hombres entendieron en silencio. La línea norte ardía en fuego y aullidos; la tierra vibraba con pasos que no eran nuestros. En la nube de polvo y carne, logré enlazarme con Rhyd, la voz mental fue un golpe cálido en mi cabeza:
—Rhyd, Zarina está en la manada —gruñí en el enlace—. Se llevó a los cachorros. Tú estás más cerca, ve, ayuda a Lau. Yo voy en camino.
El la voz de Rhyd llegó rasgando mi mente, corto, directo, la urgencia hecha pura llama.
—¿Quéee? ¡Voy! No te preocupes, estoy yendo.
La respuesta bastó. Rhyd