Mundo ficciónIniciar sesiónEl sol calentaba la tarde y la vida en la manada se sentía como un latido colectivo: puestos ordenados, risas, el murmullo constante del pueblo que al fin respiraba. Estar de la mano de Kael, caminar entre la gente y verlos sonreír me llenaba de una paz que todavía me sorprendía. Sentía el poder dentro de mí —más estable, más amable, ya no me asustaba usarlo. Ya no me debilitaba. Podía sanar sin quedarme vacía después; la sangre alfa que Kael y Rhyd me habían dado fluía en mí de una forma nueva, como una marea que me alimentaba en lugar de vaciarme.
Mientras caminábamos hacia el campo de entrenamiento, el sonido del acero y los gritos de los hombres me recordaron por qué todo aquello valía







