Gabriel Venegas, en silencio, volvió a pasar el video.
Alejandro lo observó mucho más concentrado que la primera vez.
Vio, efectivamente, su propia imagen, al menos esa parte era real, pero él, en ese momento, no había visto la escalera mecánica, de eso estaba seguro…
Aunque su mente era un caos y daba vueltas como una calesita.
De repente, la carita de esa pequeña, llenó su alma.
Apenas se veía la niña, su cara sólo apareció unos instantes, pero él la observó tanto que creyó poder reconocer esos rasgos, casi perfectos y muy bonitos, la niña era menuda, delgada, de tez blanca, cabellos dorados, largos, un poco ondulados, porque a él eso no le parecía que eso fuese lacio, y tenía ojos inmensamente claros.
Todo eso lo observó al pasar, porque la imagen nunca se detuvo en la niña, por lo que Alejandro concluyó que ese video era verídico.
Se estremeció a su pesar.
¿Había varias dimensiones?
¿No era el deseo de un loco que él pensara así?
No sabía si estaba siendo manipulado.
Pensó que había tomado algo, que lo habían drogado, pero eso tampoco tenía sentido.
Era muy difícil la situación, no sabía si era una realidad tirana, que se reía de él, porque nada tenía sentido.
Todo lo que Alejandro pensaba de Venegas, quedaba en la nada, ante las pruebas presentadas, aunque tenía muchas dudas.
¿Mujer predestinada?
Eso lo dijo luego de insinuar que se podría enamorar de esa mujer, que según calculaba en ese momento debía ser una adolescente.
Eso era totalmente descabellado.
¿En otra dimensión tendría otra edad?
Alejandro no tenía intención de enamorarse, tener pareja, por el momento, para él no era una opción, porque se sentía muy joven y quería disfrutar de la vida.
Su intención era divertirse, salir, sentirse libre, ya tenía demasiado con la estructura de la milicia.
Porque, en realidad, a él le atraían las fuerzas militares, pero tanto protocolo, a veces, le fastidiaba.
Alejandro estaba fascinado y temeroso.
Si de verdad existía eso, eran muy pocas las personas que lo sabían.
Esas mujeres, las que raptaron a la niña, sin duda, sí, lo sabían.
Todo era muy descabellado.
Vieron el video varias veces, y nuestro psicólogo ya no tenía dudas de que todo eso era real.
-¿Qué tengo que hacer?
Venegas sonrió.
Esperaba esa pregunta desde hacía un rato largo.
-Tendrías que rescatarla y devolverla a su hogar…
-La tendría que encontrar, pero presiento que ustedes ya lo hicieron.
-Es verdad.
-Entonces me darían la dirección y…
-No.
Dijo enérgicamente el General.
-¿Entonces?
-Te vas a encontrar con ella y te vas a ocupar vos, de traerla de vuelta.
-¿A encontrar con ella?
Repitió sus palabras.
-Sí, te vamos a plantar en los sitios en donde ella suele moverse.
-¿Es un juego?
Preguntó Alejandro, bastante molesto.
-No, pero tenemos que probar, de alguna manera, que cuando una mujer está predestinada a un hombre, por más hechos fortuitos que sucedan, ese destino sigue en pie.
Alejandro pensó que eso era una estupidez, y que si algún día se enamoraba, él iba a elegir a la mujer.
Por las palabras de su superior, parecía que esa mujer se la estaban imponiendo.
-Sin embargo, me tomo el atrevimiento de decirle que no creo en amores predeterminados.
Venegas negó con la cabeza.
-No es lo que vos creas, porque hasta hace poco me creías loco y con delirios casi místicos.
Alejandro pensó que no tenía sentido negarlo, ya que momentos antes, el propio Venegas le había dicho que tenía acceso a todo lo que escribía en su computadora, en cierta manera se sintió violado, hasta tenía menos resguardo de su intimidad que los propios presos.
-No te espiamos, te doy mi palabra, solamente tenemos acceso a las notas que escribís de los militares de cierto rango en adelante y como todo surge a través de la inteligencia artificial, por lo cual, sólo se detecta y se interviene si tus notas tienen que ver directamente con la seguridad nacional.
Alejandro lo miró con incredulidad.
-Salvo con tus notas con respecto a mi persona.
El psicólogo pensaba que si bien no le hacía gracia que se metan directamente con su trabajo, entendía que la seguridad nacional era primordial.
Él sabía secretos de muchos oficiales, conocía los más íntimos temores de muchos hombres y algunos hasta eran temidos por sus subordinados.
Hasta sabía cada una de sus debilidades.
De repente se dio cuenta que tenía en sus manos, muchísimos secretos de personas terriblemente poderosas, pero eso no le provocó nunca ni un pesar, él jamás hablaría con nadie, ni siquiera con sus colegas, porque entendía la sensibilidad del tema.
¡Hasta Venegas confiaba en él!
Salvo que lo hayan drogado.
Mentalmente repasó todo lo que había ingerido.
Claro que en este nivel todo podría haber sido manipulado.
Entonces…
Trató de hacer pruebas en donde podría dilucidar si estaba consciente.
Miraba, con disimulo algunos objetos, y trataba de ver sus detalles, quería saber si algún objeto “hablaba” o si al menos se movían solos.
El reloj dio las 18 horas y las campanas de ese antiquísimo reloj de pared, sonaron suaves, acompañando el sonido con un leve movimiento.
Eso está bien.
Pensó luego de mirar por unos segundos el reloj.
-Firmá aquí.
Dijo el General, extendiendo unos documentos.
¿Será mi propia partida de defunción?
Se preguntó Alejandro.
-Son documentos de confiabilidad, aunque sé, fehacientemente que jamás hablaste con nadie sobre las debilidades de los hombres de nuestra patria.
¿Patria? ¿País? ¿Continente? ¿Mundo? ¿Dimensión?
No terminaba de comprender la situación y por supuesto, dudó en firmar.
-Llegado este momento, tenés que salir a la calle, participar en dónde seas requerido… y quizás la encuentres en dónde menos la esperes.
-¿Voy a seguir practicando mi profesión?
Alejandro vio venir una negativa, pero se asombró de la respuesta.
-Por supuesto, solamente que tu prioridad va a ser encontrarla.
-Sí, eso lo tengo claro, señor.
-Sabés pilotear un avión.
Alejandro pensó que su superior sabía perfectamente la respuesta.
-Sí, mi Brigadier, sé, aunque no lo practico asiduamente.
-Lo sé, vas a viajar acompañado por un comandante y por una persona, que es de tu círculo íntimo dentro del cuartel.
-¿Y mi familia?
Preguntó suponiendo que su misión ya había comenzado.
Venegas sacó un celular, que era distinto a los demás, el aparato llamó inmediatamente la atención de Alejandro..
-Te vas a poder comunicar con ellos, solamente en fechas especiales, como en cualquier misión, pero voy a hacer la más grande excepción de mi vida, jamás, alguién que ya conoce su misión, salió de mi oficina para despedirse de su familia, confío en vos, hoy te va a acompañar Germán, hasta la casa de tus padres, la misión puede durar años, sin embargo, de ser necesario, te vamos a extraer temporalmente, pero se va a terminar, solamente -Eso lo recalcó- Cuando la encuentres a ella y estés seguro de que es la mujer que buscás, tu Dama Predeterminada.
-¿Y se llama?
-No tenemos el nombre actual.
Eso, si es que la ubicaron, le pareció casi imposible de que no lo supieran.
-Recordá, te vas a enamorar de ella.
Esas palabras volvían loco a Alejandro, pero se cuidó muy bien de hacer alguna demostración.
Podría ser cualquier mujer la que trajera de vuelta…
-¡Hijo! ¡Qué alegría verte!
Su madre se abrazó a él, apenas lo veía, pero ella estaba acostumbrada a verlo poco, su marido también era militar y sabía cómo funcionaba el sistema militar.
-Yo también estoy feliz de verte…
-¿Qué sucede?
-Parto en una misión.
-¡Sos psicólogo!
-Si, madre, pero también soy militar.
-¿Cuándo volvés?
-No lo sé.
-¿Es peligroso?
-Para nada, te lo prometo.
Dijo con seguridad.
-¿Estás seguro?
-Completamente.
Su madre sabía que no podía preguntar nada más, y aunque lo hiciera, no iba a saber jamás hacia dónde se dirigía.
Se despidió de ella y también de su padre, que lo observó con tranquilidad, porque notó que Alejandro estaba muy tranquilo.
Su padre era un General al que le tenían muy alta estima y era de las pocas personas que sabían sobre el caso en el que su hijo acababa de involucrarse, sin embargo, ni siquiera con su esposa lo había hablado, ni insinuado, hay secretos que eran precisamente eso, secretos.
Sin embargo, aunque estaba adivinando la misión de su hijo, hasta el momento no fue informado por sus superiores sobre el tema.
-No es necesario que pasemos por tu casa, tus pertenencias te están esperando en el hangar 205.
-Lo suponía.
Contestó, porque estaba casi seguro de que eso iba a ser de esa manera.
Todavía estaba asombrado que le hayan permitido despedirse de su familia, aunque eso le hablaba de lo larga que iba a ser su misión.
Reconocía que también habían hecho una excepción con ese tema y no estaba seguro del porqué había sido así.
Alejandro tenía muchas dudas y ninguna respuesta.
Su padre era un general de la mesa chica, como suele decirse, pero … ¿Eso significaba que su padre sabía que existía otra dimensión?
¿Si era así, sabía sobre su misión?
Alejandro no podía dejar de repetir esas preguntas.
Llegaron hasta el hangar 205.
-Gracias amigo.
Le dijo a Germán.
El chofer no le contestó nada.
-Nos vemos a la vuelta.
Su amigo negó con la cabeza.
-¿Qué?
-Por algo llegué hasta acá…
-No entiendo.
-Soy un compañero de viaje.
-¿Qué?
Le preguntó asombrado.
-Al saber sobre este hangar, tengo 2 opciones… te acompaño o de alguna manera desaparezco.
Dijo bromeando, aunque Alejandro se preguntaba si verdaderamente era una broma.
Se bajaron del auto y comenzaron sus pasos, caminaron por algunas horas, no fueron muchas y siguiendo el instructivo que cada uno tuvo por separado y solamente uniendo sus partes, pudieron llegar hasta…
Una escalera mecánica.
El corazón de Alejandro latía de prisa…
Él pensó, o al menos Venegas quiso que pensara, que se iba a trasladar en alguna nave espacial, o al menos en una que tuviera forma de avión.
¿Era tan simple pasar a otra dimensión?
¿Una escalera mecánica?