Fleure
El despertador suena como un trueno en la habitación aún tibia de la noche.
Murmuro, con los ojos entreabiertos, la cabeza llena de niebla. Un rayo de sol se infiltra entre las cortinas y golpea mi rostro.
Parpadeo. Ya son más de las siete.
Me incorporo lentamente. La primera cosa que veo es él, Aaron, dormido en el sofá frente a la cama, con una manta medio caída al suelo.
Su torso desnudo se eleva lentamente, marcado por una respiración tranquila.
Me quedo un momento observándolo, a pesar de mí misma.
Se ve diferente, casi vulnerable. No tiene nada que ver con el hombre frío e inflexible que conozco en el trabajo.
Es extraño verlo así.
Sacudo la cabeza y me dirijo al baño.
Me repito que esta mañana debe ser normal. Sin malestar, sin tensión. Un simple día de trabajo.
Abro el grifo, el agua fluye caliente y reconfortante. Dejo que el vapor inunde la habitación.
Me quito la camisa de dormir, entro en la ducha, cierro los ojos. El agua resbala sobre mi piel, borr