Fleure
El día comienza en el tumulto habitual de la oficina: llamadas, bocetos, maquetas, ecos de voces mezclados con los zumbidos de las computadoras.
Intento sumergirme en mis planos, pero cada vez que trazo una línea recta, mi mente divaga.
Hacia él.
Aaron.
El recuerdo de esta mañana regresa en oleadas, el vapor, la caída, nuestras risas.
Y esa mirada… esa mirada que me hizo perder toda noción de la realidad.
Sacudo la cabeza y me concentro en la mesa luminosa. Mi lápiz se desliza sobre el papel, rápido, preciso.
— Fleure, vas a terminar perforando la tabla por estar presionando así.
Levanto la vista: Maëlys me observa por encima de sus gafas, con una sonrisa de complicidad.
— Yo… solo estoy pensando, eso es todo.
— Piensas con la misma intensidad que un volcán en erupción, querida. Dime, ¿qué está pasando?
Siento un suspiro. Me conoce demasiado bien.
Maëlys no solo es mi mejor amiga, sino también mi socia en este despacho de arquitectura que hemos construido con el