—¡No puedes separarme de mi hija de la noche a la mañana! —rugió Bruno, con la voz entrecortada por una mezcla de incredulidad y miedo. El sentimiento lo corroía como ácido. Estaba furioso por su actitud desafiante; solo quería arreglar las cosas entre ellos, pero ella parecía empeñada en convertirlo todo en una guerra—. No es bueno para la condición de nuestra hija —añadió, apretando los puños.
—Ella no está enferma y puede entender las cosas. ¿Crees que este es un buen ejemplo para ella? —replicó Lena con una calma que goteaba veneno. Su voz sonaba indiferente, como si encontrarlo abrazando a otra mujer no le importara. Pero en su pecho, algo se retorcía: una mezcla de rabia y... ¿celos? Ella de solo pensarlo la enfureció aún más—. Estará mejor con su madre. Vine para hablar sobre esto, para debatir las visitas como padre con la niña, pero estás... ocupado…
Hizo una pausa deliberada antes de la última palabra, clavándole una mirada que podría haber congelado el infierno. Sus mejilla