Rubí
No tenía idea de los motivos por los que dije eso. Pero todo este tiempo me había ignorado como mujer, eso sí, pasaba verificando mi trabajo y lo hacía de manera constante. Por segundos sentía que le atraía, pero la verdad era otra, porque el resto de las horas era un cero a la izquierda.
Ahora era la oportunidad perfecta para provocarlo, aunque no tengo la más mínima idea de cómo complacer a un hombre. Sin embargo, lo hacía para retarlo, yo tenía claro que estos momentos fugaces eran para obtener experiencia.
—¿Qué dijiste?
—Pensé que te habías quedado mudo y dije: me gustaría que me castigaras con tu pene en mi boca. —Era monumental la expresión en el rostro de Emmanuel—. ¿Te acobardaste?
—No estamos en el lugar adecuado. Y no me provoques, niña.
—Cobarde.
—No te atreverías a chupármela ahora.
No tenía idea lo que me poseyó ante esas palabras, aparte que al estar cerca de Emmanuel siempre había tensión tirante. Desde Santa Marta manteníamos esa tensión sexual. Extendí la mano