Angélica
Llegamos a la clínica de Eros, el guardaespaldas se quedó en el pasillo, lo mismo hizo el de Ernesto. El tener a dos hombres detrás de nosotros nos complicó el estar juntos. Pero algo se me ocurrirá. Lo cierto era que todo lo planeado y organizado para hacer a mi regreso a la universidad no lo tiraré a la borda.
Había simulado tres clases a la semana a las siete de la mañana, así las había escogido para llegar a su apartamento y pasar un par de horas con él. Estábamos contando los días. Pero con lo acontecido ayer será imposible. La secretaria nos sonrió al ver a los hermanos Orjuela.
Ernesto no quiere decir nada, no era necesario hacerlo para saber que sus pensamientos se encontraban en Italia y su deseo de asesinar a un hombre se hacían cada vez más anhelantes. Lo estaba llevando al límite de su paciencia. Y no podíamos dar papaya. Alonso nos había jodido a todos la tranquilidad.
Mientras esperábamos la llegada de nuestro hermano, su secretaria lo había llamado por el inter