Gabriela
En verdad, Samuel era el más descarado de todos, pero también era el único que lograba hacerme latir el corazón, recordándome que era el hombre que amaba o que amé. Aún no sé qué me pasa y por qué tenía tanto miedo. Y para colmo sí vino la lanzada de la doctorcita esa. ¿La tiene aquí y me guiña un ojo? ¡Descarado! No voy a ver cómo le coquetea frente a mí, llevaba a su hija en mi vientre. Me levanté.
—Gabriela. ¿A dónde vas? —Vi preocupación en la mirada de mi amiga.
—Mapa, necesito un poco de soledad, por un rato.
—Es lo mejor, —habló Naty—. Ve poco a poco socializándote. Cuando pase la impresión del primer momento, regresa a la reunión y si sientes que es el momento de retirarte, hazlo. Te felicito, es un avance grandísimo.
—Gracias a todas ustedes por la paciencia que me tuvieron.
—Escoge cualquier habitación, ya las tengo amobladas todas. —comentó Mapa.
—Gracias.
Di media vuelta antes de que llegara a nosotros la doctorcita; me importaba un pito si fue un acto infantil de