Los días transcurrieron con una mezcla de descubrimientos y entrenamiento. Bajo el castillo, las ruinas parecían cobrar vida a medida que el grupo exploraba sus pasillos. Cada recoveco contenía símbolos y secretos que contaban una historia olvidada, mientras Tara comenzaba a entender la conexión entre su linaje y aquel lugar.
Tara no podía apartar la mirada del cristal en el pedestal. Algo dentro de ella la llamaba, como si el objeto esperara pacientemente ser activado de nuevo. Desde la visión que había compartido con Alaric, los fragmentos del pasado que presenciaron no habían dejado de rondar su mente.
“Es peligroso seguir usándolo,” advirtió Rhidian una tarde mientras Tara inspeccionaba el pedestal. “No sabemos qué consecuencias podría tener.”
“Lo sé,” respondió Tara, sin apartar los ojos del cristal. “Pero siento que es la clave. Algo aquí está conectado conmigo, con lo que soy.”
Rhidian suspiró y se acercó a ella, colocando una mano en su hombro. “Solo prométeme que no harás nad