Salvatore y Amaranta pasaban mucho tiempo juntos, gracias al abuelo Rómulo.
Siempre aparecía medio distraído a lo lejos, y ellos terminaban besándose o abrazándose. Los días pasaron y decidieron bajar la tensión entre ellos.
El pie de Amaranta ya estaba por completo sano, pero aún así Salvatore en ocasiones la subía en brazos, pues Rómulo estaba leyendo o mirando algo en algún lugar de la sala.
Las noches de pasión entre ellos seguían, Amaranta lograba encender ese fuego que ya Salvatore no hacía en menor intento por extinguir.
— Hasta mañana Salvatore.
— Hasta mañana AmíCris.
Salvatore trató de dejar un beso en su mejilla, pero ella dio vueltas y fueron sus labios los que rozó.
Sus miradas se encontraron y ellos se perdieron en ella.
— Ya no quiero resistirme más — Susurró entre sus labios, Salvatore.
— Y yo no quiero que lo hagas más. — Respondió Amaranta enredando sus manos en su cuello, Salvatore se colocó entre sus piernas y profundizó ese beso tan deseado de que sea correspondi