— ¡Salvatore! — Gritaba Amaranta clavando sus uñas en el brazo de su Salvatore, este de un brinco estaba fuera de la cama y dando vueltas en la habitación.
— Ya mi amor sopla, sopla.— Decida y lo hacía el mostrándole como hacerlo.
— ¡No quiero soplar! No, no quiero, me duele y ¡Apurateee!
Salvatore se agarraba de los pelos, era la primera vez en esos apuros, y a pesar de recibir las clases prenatales, era un desastres en el momento de ponerlas en prácticas.
— Ya, ya, ya, mi vida, araña me, golpearme si eso te disminuye el dolor, pero por favor explícame. ¿Que hago?
Amaranta lo fulminó con, la mirada, y le gritó.
— Salvatore De la Rosa, si no me llevas ahora mismo al hospital, juro que te voy a colgar del árbol más alto.
— ¡Al hospital! Si, ya vamos, vamos.
Tomó a Amaranta la puso en la silla de ruedas la llevó al ascensor y bajaron, y llegaron al estacionamiento.
— Gloria, por favor avisa a la familia que vamos camino al hospital.
Subió a Amaranta en el auto y lo hizo el también y