Narra Brittany.
El hospital me parecía más frío que nunca. Caminaba de un lado a otro frente a la sala de urgencias, sintiendo que los segundos me mordían la piel. Mi corazón palpitaba con una fuerza absurda. Tenía el teléfono en la mano, marcando por tercera vez.
—Vamos, Ethan… contesta —susurré, apretando los labios con fuerza.
Nada. Al buzón de voz. Otra vez.
Cerré los ojos para no llorar. Mi madre estaba hecha un ovillo en una de las sillas del pasillo, con los brazos cruzados y la mirada hundida en el suelo.
—Todo es culpa mía —la escuché decir, con la voz temblorosa —Si yo fuera alguien, si tuviera dinero, si no fuera tan ignorante… mis hijas no habrían terminado así.
Mi pecho se encogió. Sentí una punzada en la garganta, de esas que queman. Quise decirle que no era su culpa, que no se culpara… pero no pude. No quería romperme frente a ella.
Salí corriendo al baño. Necesitaba respirar. Pensar.
Al verme en el espejo, por un segundo, no me reconocí. Tenía los ojos hinchados y un