Umara:
—Debemos atacar a los rebeldes de inmediato.- propuso Zai.
—Un ataque relámpago y sorpresivo, sería lo mejor.- comentó Mem.
—¿Y si dejamos que Assian la traiga de vuelta? – preguntó Cítiê.- estoy convencida de que ha salido a rescatarla.
—Con todo necesitará apoyo. ¡Es un guerrero cambia formas pero el enemigo es un ejército de miles! – chilló Burya.
—¿Qué piensa de todo esto, Señor?- preguntó Cítiê dirigiéndose a Alessios, quién se sentaba entre ellas, en el salón del té.
—Lo que yo crea no es relevante, sino lo que opine Umara al respecto. Nadie conoce mejor que ella a nuestra hija.
Umara se secó el rostro cubierto de lágrimas con un fino pañuelo. Miró lentamente a los miembros del concilio y suspiró.
—Si mi hija pide que no hagamos nada, eso es precisamente lo que debemos hacer.
Cítiê palideció, Zai y Mem se miraron la una a la otra y Burya cruzó sus brazos sobre su pecho.
—Las gentes del Este están reunidas demasiado lejos. Recoger provisiones para la campaña contra ellos n