Hiel:

Alessios enredó su masculina mano en el cabello de ella, Alessios la forzó a torcer su cuello, elevando su mentón y mirándole a los ojos.

—Hiel.- bramó el emperador.- es lo que recibo de ti incluso después de tantos meses. ¿Es que no existe el perdón en tu corazón, pequeña nómada? ¿Qué quieres de mí? ¡¿Planeas torturarme hasta la locura, manteniendo la fruta prohibida de tus caricias al alcance de mi mano pero privándome de ella una y otra vez?!

Los ojos de Umara permanecieron fríos, inexpresivos, vacíos, y Alessios conoció un miedo que nunca había experimentado antes.

—¡¿Qué quieres de mí?!- insistió enfurecido, tirando de los negros cabellos de su jueza y ejecutora, hasta el punto del dolor.

Umara comprimió los labios, cerrando los ojos. Lágrimas se habían reunido en ellos pero se negaba a dejarlas salir.

—¡Dilo de una vez, maldita bruja!- espetó él entre dientes.- ¿Qué es lo que complacería a tu negro corazón? ¿Qué persigues con tu hielo? ¿Acaso buscas conducirme a la desesperación
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