Mi mano tomó más valor y hasta pensé en deslizarla más adentro.
—Óscar, no, eso no, — me detuvo mi cuñada.
Le susurré, —No pasa nada, seré cuidadoso. Nadie lo notará.
—Pero no podemos, aquí viene y va mucha gente. ¿Te imaginas si alguien nos ve? ¡Qué vergüenza! — dijo ella, visiblemente nerviosa.
—Cuñada, tú misma me ayudaste a quitarme el pantalón hace un rato.
—Eso fue diferente, era por cuestiones médicas, pero ahora... esto sería como si estuviéramos haciendo algo prohibido. Sus mejillas estaban sonrojadas, y su voz apenas se oía.
Me acerqué a su oído y le susurré, —Pero eso lo hace más emocionante, ¿no crees? Además, sé que tú también lo deseas.
Ella me miró con una sonrisa pícaramente burlona.
—¡Si sabes eso y aún así me tientas, solo quieres ponerme en apuros!
—Esperemos a que anochezca, cuñada. ¿Por qué no vienes cuando ya esté oscuro? — dije mientras sujetaba su mano.
—¡Vaya! ¿Acaso estás pensando en hacerlo aquí, en el hospital? — respondió, un tanto sorprendida.
—Aún no he t