Después de pensarlo un momento, le pregunté con cautela: —¿Por qué lo dices? ¿Acaso ya terminaste con tu novio?
María: —No, ese mal hombre sigue sin dar señales de vida. Pero ya lo pensé bien; aunque él quiera dejarme, yo no lo voy a dejar.
Yo: —¿Por qué?
María: —Porque quiero traicionarlo, quiero hacerle la vida miserable, quiero que jamás pueda estar tranquilo.
Al leer esto, un terrible escalofrío recorrió mi cuerpo.
Esta mujer era realmente despiadada.
Estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para vengarse de ese desgraciado, incluso a costa de ella misma.
Si llegara a descubrir que yo soy el Óscar de la vida real, ¿me haría lo mismo?
No debería preocuparme; mientras no revele mi identidad, no tendría forma alguna de saberlo.
Así que decidí responderle: —Eso no es justo; sería como si me convirtiera en el tercero en discordia. No quiero hacerlo, a menos que de verdad termines con tu novio.
María: —Piensa lo que quieras. Si no eres simplemente tú, puedo encontrar a otro.
Leer que Marí