No era que quisiera entrometerme en asuntos ajenos, pero sabía muy bien que Maren siempre había mirado con desprecio a Viviana debido al asunto de su hermana. Y ahora que volvía a encontrársela aquí, no podía garantizar que no tratara de buscarle problemas.
Dado que, por el momento, yo estaba a cargo de la clínica, era mi deber asumir la responsabilidad de lo que ocurriera en este lugar.
Así que me apresuré a interponerme en su camino y le dije con tono conciliador:
—Maestra, la señorita Viviana ha venido aquí como paciente. Le pido, por favor, que no le cause problemas en este lugar.
Maren , me lanzó una mirada cargada de desprecio, y replicó:
—¿Maestra? Solo por lo que acabas de hacer, tú no tienes derecho a llamarme así.
Luego, ordenó de manera tajante:
—¡Apártate!
—No me voy a apartar —respondí con firmeza, sin retroceder.
—Veo que ya no tienes interés alguno en convertirte en discípulo… —Maren me fulminó con la mirada, visiblemente molesta.
Me apresuré a aclararle:
—¡Claro que no