—Está bien, lo he entendido. Lo pensaré con calma —respondió Viviana con una actitud despreocupada, dejando claro que en realidad no le daba la menor importancia a las palabras de Maren.
La reacción de Viviana enseguida sacó de quicio a Maren, quien, totalmente irritada, exclamó:
—¡Eres una descarada! ¿Cómo puedes ser tan cínica?
Viviana soltó una breve carcajada, cargada de burla, y replicó con una calma enervante:
—Señorita Maren, sus palabras carecen por completo de fundamento. ¿En qué momento he sido yo descarada? He escuchado con atención su sermón, lo he grabado en mi memoria y hasta le he prometido que reflexionaría sobre ello. ¿Qué más quiere que haga?
Maren, frustrada, perdió toda compostura:
—¡Quiero que dejes a Mikel de inmediato, sin más excusas!
Viviana perpleja arqueó una ceja y preguntó, devolviéndole la pelota con total tranquilidad:
—¿En verdad cree usted que eso es posible?
Maren, obstinada, insistió:
—Claro que es posible, a menos que seas tú quien se aferre a él.
An