Capitulo837
Elara, con su instinto agudo, captó de inmediato que algo no cuadraba del todo.

—Patricia… solo era una broma. Pero mírate, ¡te has puesto roja como un tomate! ¿No será que acerté en mi comentario? ¿De verdad pasó algo entre ustedes dos anoche?

Su tono era juguetón, pero en el fondo también había una pizca de envidia.

Aquilino, aunque de carácter tranquilo y educado, no era para nada frío o inconsciente en la intimidad, y eso se reflejaba en el rostro de Patricia, que emitía una felicidad difícil de disimular.

Solo una mujer amada —en cuerpo y alma— podía tener ese brillo en los ojos, esa rubor natural en las mejillas.

Y Patricia, en ese preciso momento, era el claro retrato de ese bienestar.

En cambio, Elara… Elara se sentía cada vez más frustrada.

Su esposo también era educado y refinado, incluso amable. Pero entre ellos, le faltaba esa chispa de pasión. Las veces que compartían la cama eran poco frecuentes y, cuando ocurrían, resultaban ser vacías, como actos sin alma.

Y eso, en un
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