—Los dos niños no necesitan que te preocupes por ellos, mi amor, seguro que yo los cuidaré muy bien.
Zorath, mientras decía esto, abrazaba a la mujer seductora que tenía a su lado.
Alicia abrió sorprendida los ojos de par en par, claramente asombrada y llena de incredulidad.
—¿Pero qué estás diciendo? ¿¡Vas a hacer que mis hijos llamen mamá a esta mujer!? ¡No estoy de acuerdo!
Zorath, sin alterarse ni por un solo instante, le respondió con frialdad:
—No me importa si estás de acuerdo o no. Tienes dos opciones: o te vas de esta casa sin nada, o como dijiste antes, vivimos los tres juntos, y tendrás que atendernos a los dos.
Pensé: ¡Esto es un sueño! Ninguna mujer podría soportar algo así. Si fuera Alicia, yo también hubiera querido lanzarme a rasgarle la cara a ese hombre.
Alicia empezó a llorar de manera desconsolada, su llanto era desgarrador. De vez en cuando, soltaba gritos llenos de furia, maldiciendo una y otra vez a Zorath, acusándolo de no ser un buen hombre.
La verdad, me quedé