—Está bien, está bien, ya sé que todo esto es culpa de Viviana, pero al fin y al cabo, ¿ustedes no son buenas amigas? Si algo le pasara a Viviana, ¿de verdad no te sentirías triste en lo absoluto?
Esta vez, María no dijo nada al respecto, porque realmente no sabía cómo replicarme.
Aunque se negaba a admitirlo en ese momento con palabras, solo ella sabía lo mucho que le preocupaba la seguridad de Viviana.
María no quería mostrarlo frente a los demás, pero en lo profundo de su corazón, nadie la conocía mejor que ella misma.
Sin responder, María simplemente giró sobre sus talones y se marchó, con el rostro oscuro de enojo.
Miré a mi cuñada y a Luna, cuyos rostros aún reflejaban el miedo de lo ocurrido.
Me acerqué silencioso a ellas y las abracé:
—Todo está bien, ya todo se ha resuelto.
Luna no pudo evitar sollozar, las lágrimas caían desbordantes de sus ojos:
—Óscar, tenía tanto miedo, de verdad, muchísimo miedo...
—Lo sé, ya lo sé todo.
Aunque mi cuñada no dijo nada, su expresión dejaba