Punto de vista de Rafael
No dormí.
No pude dormir. Cada vez que cerraba los ojos veía a Teresa en la playa, riendo mientras las olas le salpicaban. A Teresa gritando de pura alegría en la montaña rusa. A Teresa en mis brazos, susurrando mi nombre como una oración.
Me giré por enésima vez, mirando el techo. El mismo techo al que había mirado durante seis años. Construyendo mi imperio, planeando mi venganza, convenciéndome de que había seguido adelante.
Todo mentiras.
El reloj de la mesita marcaba las 4:47 de la madrugada. Tres horas hasta tener que enfrentarla. Tres horas hasta que los dos tuviéramos que fingir que el sábado por la noche nunca había ocurrido.
Me quité las sábanas de encima y me arrastré fuera de la cama. Mi reflejo en el espejo del baño era el de un desconocido. Ojeras profundas, mandíbula tensa. Ese mismo aspecto hueco que llevaba desde que ella me destrozó.
La ducha no ayudó. El agua demasiado caliente, luego demasiado fría. Nada podía borrar la sensación de su piel