Punto de vista de Rafael
Colgué con Morrison confirmando los últimos detalles de la alianza. Setenta-treinta, exactamente lo que había exigido. La victoria debería saber más dulce. Pero la imagen de Silas Castellano intentando cortejar a Teresa ayer seguía pegada a mi cabeza como alquitrán.
La puerta del baño se abrió.
Me giré por instinto y me quedé helado.
Teresa estaba allí, recién salida de la ducha, el pelo chorreando sobre los hombros. Llevaba una de las camisas blancas del hotel… y nada más que yo pudiera ver. La tela se adhería a su piel húmeda, apenas cubriéndole los muslos; los botones superiores desabrochados dejaban ver la curva de su clavícula.
Se me secó la boca.
Se estaba secando el pelo con la toalla, completamente despreocupada, como si se hubiera olvidado de que yo estaba en la habitación. Las gotas de agua resbalaban por sus piernas y seguí una con la mirada desde la rodilla hasta el tobillo, hipnotizado.
*Mira para otro lado. Ahora.*
Obligué a mis ojos a la ventana