Juegos peligrosos

Punto de vista de Teresa

Me desperté con el sonido de papel rasgándose.

Abrí los ojos de golpe, desorientada. Por un instante no supe dónde estaba. Luego vi a Rafael junto a la ventana, desgarrando algo con una violencia metódica.

«¿Qué haces?», me incorporé, apartándome el pelo de la cara.

Se giró y la expresión de su rostro me revolvió el estómago.

En su mano, alzada como prueba en un juicio, había una tarjeta de visita.

«¿Quién», dijo en voz baja, cada palabra afilada, «es Silas Castellano?»

Mi mente corrió. Castellano. El hombre que me había ayudido ayer.

La había guardado por educación, la metí en el bolso y me olvidé de ella.

Hasta ahora.

«Es solo alguien que conocí en el lobby», dije con cuidado. «Ayer. Hablamos quizá cinco minutos».

«Y te dio su tarjeta».

«Sí, pero yo…»

«¿Pensabas llamarlo?»

«¡No! Solo fui amable…»

«Amable». Rafael soltó una risa sin humor. Cruzó hasta mí en tres zancadas, cerniéndose sobre la cama. «Fuiste amable con uno de los hombres más peligrosos de nuest
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